Mi vida profesional ha sido bancaria. Desde mediados de los años 70 hasta junio del año pasado trabajé en el Venezolano de Crédito, Banco Universal, del cual fui su presidente desde junio de 1983 hasta la fecha de mi renuncia.
El banco fue fundado en 1925. Como institución, ha ganado su prestigio trabajando muy duro, innovando y superando las múltiples crisis ocurridas en el país. Siempre había mantenido una posición muy clara y diáfana frente a los gobiernos, cosa inusitada en las instituciones bancarias que, casi por definición, deben acogerse a los favores de los gobiernos. Situación exacerbada en el caso de Venezuela.
Pero así fuimos. La banca es fría y debe anticipar, en los negocios, en sus relaciones de todo tipo. Ya en el año 2000 se veían nubes más que negras en el panorama de nuestro país. Decidimos hacer sonar nuestra voz de manera clara y creamos un proyecto que llamamos «Un sueño para Venezuela». Hicimos un diagnóstico extensivo de la historia moderna de Venezuela, las raíces de sus verdaderos problemas y presentamos una suerte de mapa para guiarnos hacia un futuro de prosperidad y desarrollo. Lo titulamos «Un Sueño para Venezuela».
El libro fue todo un éxito. Se publicaron más de 70.000 ejemplares y se recorrió el país completo compartiendo y explicándolo. El gobierno lo ignoró y tomó el camino opuesto. Habrá que desandarlo.
Por supuesto, el VCBU ha aportado a Venezuela mucho más que este libro. A lo largo de las décadas hemos sido diáfanos y claros en los negocios, en nuestras relaciones con nuestros clientes, con nuestros funcionarios, empleados y accionistas, incluso mantenido una política de no trabajar con el gobierno. Nos ceñimos a las operaciones con el sector privado de la economía, cosa que no es fácil.
Solo trabajamos con el sector público en operaciones con la empresa petrolera, con quienes habíamos comenzado a trabajar aun antes de la estatificación.
En mis tantos años de banquero siempre tuve como norma hablarle muy claro, no solo a los compañeros directivos y funcionarios del banco, sino también a los accionistas en las asambleas y al público en general mediante artículos y conferencias. He publicado dos libros. Uno, Crónica Involuntaria de una Crisis Inconclusa, que trata básicamente de la catastrófica crisis bancaria de los años 90, la cual llegó a ser la mayor del mundo en términos relativos al producto interno bruto, y Comentarios al borde del Caos, una recopilación de muchos de los artículos que continué escribiendo.
También, desde las ONG Liderazgo y Visión y Cedice, mantuve visibilidad en campañas como la de Un País de Propietarios, en defensa de la propiedad privada. Esta campaña causó revuelo y fue prohibida. Me citaron e interrogaron en los salones del Sebin por el solo hecho de defender ese derecho natural. También actué en la demanda de nulidad de la Ley de Reforma al Banco Central de Venezuela, a través de la cual se le permitió a esta institución estatal financiar de forma indefinida al gobierno, con las consecuencias inflacionarias que todos estamos sufriendo.
Evidentemente, y como quienes me quieren y conocen me dijeron muchas veces, esto iba a terminar complicándose. Recibí ataques de muy diversos frentes y a la larga tuve que replegar mis velas.
Cada día que pasa veo como empeora la situación del país. Cada día que pasa me duele más. Los principios no son solo para decirlos, son para practicarlos y ello es difícil, cuesta sacrificios. Pero allí está el sueño que lo seguimos trabajando, allí están los estudiantes que continúan su lucha, allí están tantos venezolanos valientes como Leopoldo, María Corina y Ceballos que siguen anteponiendo todo por la libertad.