«He recibido instrucciones de mi casa matriz de mantener este negocio a como de lugar. Estoy haciendo cosas que profesionalmente me son vedadas, pero no tengo alternativa». Esas fueron las palabras de un buen amigo y competente banquero extranjero cuando íbamos camino al comedor de su banco.
¿Qué decir en esa circunstancia? Le dije a mi no me parece. Pensé en lo difícil de la situación de un empresario extranjero en nuestra patria. Enviado por su casa matriz, probablemente con un sueldo superior debido al riesgo, su carrera depende de su eficiencia y obediencia y -además- poco le puede importar el bienestar de los habitantes de un país completamente desquiciado.
Tenía un punto. Mantener el negocio. Mi razonamiento es distinto. Soy venezolano, con raíces en mi país. Hacer cosas profesionalmente incorrectas, para decir lo menos, que a la corta y a la larga perjudicarían a la nación me ha parecido siempre, no sólo incorrecto, sino también inmoral.
Se presenta un dilema. Que resulta más importante: ¿sobrevivir hasta que se pueda o hacer lo que se debe? Es bien difícil saberlo y mucho más actuar en consecuencia. Hay muchos obstáculos, tentaciones y amedrentamientos en el camino.
Si viviéramos en una sociedad normal, bajo un estado de derecho – como en algún tiempo lo hicimos – y el gobierno toma alguna medida alejada del derecho el camino es fácil. Se demanda ante los tribunales de justicia y se acata su respuesta. Así fue durante décadas. Un caso importante lo tuvo el Venezolano de Crédito en los años 40 con el recién creado Banco Central de Venezuela cuando se le gano un pleito.
Pero ahora tenemos muchos años en que ese camino es inútil. No es posible obtener una sentencia favorable de ningún tribunal en contra del gobierno. Se han fusionado los poderes.
Entonces, ¿qué camino les espera a los empresarios? Depender de la generosidad y comprensión de un gobierno dictatorial que sabemos quiere destruir todo lo que es sector privado, o comportarnos como si nada esperando sobrevivir antes de que todo cambie, o resistir.
La decisión es complicada. Las tentaciones y el amedrentamiento son constantes y los seres humanos reaccionamos frente a ellas. Es fácil el inmovilismo y el silencio. El avestruz. ¿Qué camino tomar?
En el caso de mi amigo extranjero puedo hasta querer justificarlo. Pero en el caso de empresarios venezolanos, no tengo duda. No se puede transigir.