Pasa el tiempo y las informaciones, unas reales, otras anecdóticas se agolpan. Cuentan -y siempre fuentes creíbles- que grupos de oficiales generales embarcan enormes cantidades de petróleo (parece que tuvieran una concesión) y realizan fuertes beneficios en el exterior. Que por falta de latón cierran fábricas de urnas y por falta de aluminio fábricas de latas. La escasez se hace presente desde los más esenciales insumos médicos, hasta los más necesarios productos para la alimentación.
Día tras día, casi podríamos decir que hora tras hora, quienes detentan el poder mienten y mienten y mienten, sin el menor pudor, ni la más mínima vergüenza sobre los aspectos más variados de la situación venezolana. Pagarán las deudas de las líneas aéreas (previo análisis, por supuesto), construirán y entregarán viviendas, incrementarán la producción agrícola, cada vez hay más petróleo, etc.
Los datos macroeconómicos dejan de aparecer y cuando lo hacen son muy malos. Y, créanme, muy inferiores a la verdad. Las cifras de desempleo «disminuyen» según el INE cada mes, pero de tanto en tanto se les suelta un tigre y aparece un enorme incremento en la pobreza crítica.
Caracas a las 8 de la noche y así también el interior, parece como bajo un estado de sitio. Los asaltos y los asesinatos son la moneda del día y cifras, creíbles éstas sí, de la morgue de Bello Monte, son cada vez mayores. Asesinos convictos, con todo tipo de facilidades, son vistos en Miraflores y ulteriormente asesinados, quien sabe por quién.
Un panel de funcionarios del régimen invocan un magnicidio, por supuesto sin pruebas.
Son miles y miles de historias, muy difíciles de digerir y de poner en orden, que de manera caótica vienen cayendo sobre la población. Pero que son manejados a su favor por el régimen. No hay medio de prensa que no sufra las más viles presiones y la población, en su mayoría, solo sabe lo que sufre, y no lo que sufren los demás.
Los políticos forman una clase aparte. Su análisis tomaría cuartillas y cuartillas y probablemente ninguna conclusión sería veraz. Predomina la postura de ser políticamente correcto, de ver a la distancia. Mientras tanto cosas ocurren hechos que destruyen nuestro país y créanme dificultarán mucho su reconstrucción.
Podemos tener petróleo, pero con el desastre y caos en que se ha convertido la educación, cada vez tendremos menos gente competente y hábil para reconstruir. Lo mismo podemos decir de la infraestructura, de la salud, de las relaciones entre nosotros mismos.
Cada día, al asomarme a la poca información disponible, puedo observar que las cosas van peor. El caso de las líneas aéreas es hoy, mañana será el del caos cambiario, el cierre de plantas industriales emblemáticas. Y tantas y tantas cosas más, como por ejemplo la pérdida de la estructura moral permite a muchos sin sonrojarse, hacer los más delincuenciales negocios.
Todo esto ayudado por la comunidad internacional. No solo por los gobiernos beneficiarios de las más absurdas dádivas del dinero de los venezolanos, sino hasta de los más importantes y empingorotados bancos e instituciones financieras extranjeras, que sin ningún pudor colaboran, para su beneficio, en el saqueo.
Por ello, lloro por ti Venezuela. Desde hace muchos años, quinquenios, la ve venir, y como en una pesadilla (pero muy real) vamos cayendo y cayendo y cayendo sin saber qué hacer. Todo lo hemos intentado y todo ha fracasado. De las grandes y hermosas manifestaciones de los principios de milenio hasta los esfuerzos inauditos de los estudiantes de hoy que ven o mejor dicho, que no ven futuro.
Las naciones no se acaban, pero sus ciudadanos pueden sufrir casi indefinidamente. A lo largo de este tiempo siempre he guardado una gran esperanza. Una esperanza de cambio, de solución. Y, obviamente, he visto cómo las cosas buenas no se imponen. Pero sucederá al fin, que espero sea pronto, que venga un basta, hasta aquí llegamos. Que nos demos cuenta de la fuerza individual que hay en cada uno de nosotros debe activarse y así, en algún momento, desconocido hoy, cambiará todo para bien.
Vendrán fuerzas inmensas positivas y podrá comenzar la reconstrucción del país. Queda ahora no esperar tranquilamente, sino haciendo lo que cada uno de nosotros podamos para lograr el cambio. No tengamos miedo.